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Mostrando las entradas etiquetadas como Relato breve

Rosas, música y Rilke / Roses, music and Rilke

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Foto de la autora / Photo by the author.     Rosa, oh contradicción pura, placer, ser el sueño de nadie bajo tantos párpados. Dicen que en Las elegías del Duino, Rainer María Rilke dejó escrito: "lo bello no es sino el comienzo de lo terrible". Había llegado durante el mes de abril. No había nadie.  Buscó quien pudiera indicarle el camino. La recepción estaba vacía. Solo un gato negro y ajado por la noche acudió a recibirlo. No alcanzó sus pies; se quedó mirándolo inmóvil y desconfiado.  Después de pensarlo unos minutos se decidió a buscar por sí mismo. Finalmente dio, tras revisar varias estancias, con una anciana desvalida. Estaba echando leños al fuego. -Aún no se ha ido el frío. -También yo lo percibo, pensó Rainer, pero se limitó simplemente a presentarse.  —Sí. Su habitación es la número 4. Al fondo.  Leyó en los ojos de la anciana que no dispondría de su llave si no la llevaba en su silla de ruedas hasta la entrada.  Ella se dejó arrastrar como si fuera decreto de los

Escarabajos /Bleetles

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  Dibujo de la autora / Drawing by the author Se pierde el equilibrio. También la perspectiva. Los aros con que asíamos el mundo se deshacen y sus vestigios dejan un espejismo de fortaleza.  A cada paso una baldosa se desvanece. Por suerte, a ciegas buscamos otra. La encontramos. Eso no supone un cambio de sentido, el anhelado porvenir de solidez. Cuantas más losas, mayor certeza de incertidumbre. Ahora, un pequeño tramo con ayuda, pero más consciente de las limitadas y efímeras posibilidades de firmeza. El suelo es de humo, el techo de plomo. En el camino despuntan tallos que prometen color y vida. Intentamos no caer en el pánico, pero sabemos que se abrirá un nuevo vacío. Son   déjà vu . En el planeta del laberinto donde hemos venido a vivir, hemos escogido que el suelo de disuelve, ahora que toda desviación de lucidez es mero error de auto programación. Da igual la conciencia de yerro. En otro tiempo, solíamos poder retomar los caminos ya explorados, pero ahora hay brechas y no es

Mezzo

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                                                                                                     ¿Wolverines? ¿Lobeznos?                                                                                                         Más bien éramos lechuzas en la madrugada.                                                                                                                               Bernard Wolfe. Mezz Mezzrow .  Hay tres montones, cuatro, si contamos el de los calcetines. Uno con camisas de manga corta, ordenadas por colores, otro, con camisetas con escote en la espalda, en forma de equis y un tercero con las de manga larga. Mezzo corre histérico de un lado a otro del pasillo, como si estuviera poseído. Se ha lastimado contra la puerta en varias ocasiones haciendo vibrar el cajetín de llaves de la entrada. Sigue corriendo a pesar de que Julia ya le ha retirado el juguete que le prepara, haciendo una bola con un par de calcetines, cada vez que dobla la ropa. Eso le preocupa.

El hombrecillo / The Little Man

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Parece desquiciada, pero solo lo parece. Siente un poco de miedo, eso es todo. Al fin y al cabo, la música de las esferas es solo una teoría. Lúa tardó en entenderlo. Demasiadas películas clásicas, demasiado pasado en el presente la constituyeron. También el exceso de mitificación. Cada vez que tomaba conciencia de que tendía a entronizar a alguien evocaba aquella moreliana de Rayuela: -Pero Celia defeca. Con ella colocaba a todo ser como lo que era. Tenía pocos amigos, a veces ni a sí misma. Posiblemente porque lo cuestionaba todo. Le parecía ridículo ver a las personas pidiendo autógrafos y fotos con los artistas. No porque no le gustara el arte. Su crítica comenzó tras una cena con amigos. Empezaron a hablar de un actor de las grandes pasarelas del cine. A Leonardo no le gustaba en absoluto. Destripó una a una, sus últimas actuaciones. Hacía algo de teatro amateur y había visto un documental de la historia del teatro que siempre prometía prestar pero que nadie jamás pudo visualizar.

La puerta azul

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Primero le daban mazazos hasta dejarlo bienherido sobre el suelo. Los lunes eran los días de los golpes invisibles: mostrarle un vaso de agua cuando estaba sediento, comida cuando se sentía hambriento o hacer pasarela con los objetos que le habían robado. Entonces se hundía en la esquina fría buscando ampliar el fondo. Como la pared no daba más de sí, se le fueron formando llagas arriba de su coxis y comenzó a forjar la poderosa imaginación que le permitía crear una habitación para el refugio de su impotencia. Allí lo dejaron unos días. Luego lo invitaron a degustar exquititos manjares y apareció una pequeña cohorte de niños que portaban flores de todos los colores. Mientras las disponían en círculos, lo sentaron presidiendo la mesa. Abrieron una botella del vino reservado para el gran día. Sirvieron una copa para él y sintió la tentación de sonreír, pero el miedo a que la invitación fuera parte del juego fue mayor que el impulso de veraz entusiasmo, así que contuvo cualquier expresió