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Mostrando entradas de febrero, 2024

Brenda Navarro. Ceniza en la boca

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  En los últimos tiempos estoy viendo a las voces americanas del centro-sur canular las venas abiertas donde se desterritorializan las expectativas e incluso el propio concepto de prosperidad, se desnudan las maldiciones e idealizaciones domésticas, como en Mandíbula, de Mónica Ojeda, que hace zoom en las fauces de las madres cocodrilo. “¿Ahora ya entiendes que lo peor no es la muerte o te vas a esperar a desaparecer para saberlo?” es la gran pregunta que se plantea en la obra de Brenda Navarro, y posiblemente la cuestión que le confiere una dimensión de lo político en medio de la narración de vidas comunes. Elegir entre el cuidado o el autocuidado para el cuidado, entre jugársela a no ser ideales pero sí resistentes, como la madre de la narradora sin nombre de Ceniza en la boca. “Todas quieren ser más y ni siquiera saben ser menos”, se dice ella, que quiere y no quiere ser como las primas comunitarias que salen de México y que se arropan para sobrevivir en las grandes ciudades dond

Ezra Claytan. Upgrade soul

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Ciencia ficción sobre ciencia. “Upgrade soul” pertenece al género del horror corporal que abre un debate bioético sobre la condición humana: ¿memoria, cuerpo, alma, frecuencia? También sobre la esencia de la identidad. Es dura y desconcertante. El juego narrativo parte de un experimento científico cuyo resultado será una suerte de ilusión de dobles o Síndrome de Doppelgänger. Magnífica e inspiradora de reflexiones sobre los límites.

Breve: claro oscuro

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 Una canción de esperanza: uno no pierde lo que no alcanza. Relato de desasosiego: se encapricharon en demostrar que era caprichosa, hasta convertirla. ¨¨ A song of hope: one does not lose what one cannot reach. A tale of uneasiness: they became infatuated with proving that she was capricious, until they converted her.

Me regalo una rosa

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                                                             Imagen de la autora Hay cola, tanta como antes de los despidos masivos y del imperativo irrefutable de los autoservicios en línea. Decían que se acabarían las esperas, pero algunas operaciones no pueden hacerse desde casa. Hay, además, quienes aún no saben autogestionarse y apenas hay un empleado para cuatro ventanillas cuyos mostradores han quedado como reliquias de los viejos tiempos de servicios humanos. También hay dos despachos para cargos que trabajan a puerta abierta para aparentar transparencia, urdiendo su narices tras el móvil y las series de documentos impresos con ritmo oficinesco: se sienta, la uña hace clic clic clic, se levanta, recoge unos papeles, los lee con altura de presbicia, los escanea, se sienta, la uña hace clic clic clic, responde al teléfono, se levanta con teléfono en mano, recoge torpemente unos papeles, los lee, se sienta. Quedan, al menos, asientos libres porque hay quienes consideran que de p

Laetitia Colombani. La trenza

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  “…Simone, hay un gran misterio en el bosque de tu pelo”. Rémy de Gourmont. Se dice que el cabello ha sido símbolo de poder, de posición social. También es un reloj que marca el paso de los meses o de una etapa de la vida, cuando efectivamente, la preciosa advertencia del poeta Garcilaso se hace acto y el tiempo airado cubre de nieve nuestras altas cumbres. Las lecturas de un buen trasquilado son muy particulares, desde desproveer a alguien de su fuerza hasta el cese de sus derechos o estatus, como cuentan los mitos. También están aquellas históricas transformistas que, para sobrevivir, actuar, escribir o ejercer algunos oficios, ocultaban su feminidad con un buen corte masculino y sombrero, por no hablar de toda una historia de las pelucas. Trenzar proviene de latín “trinitiare”, es decir, ‘tres’. Tres hilos con que Laetitia Colombani teje tres historias que como vidas cruzadas convergen hacia el final. Un libro sencillo, de narrativa ágil y sobria, que abre tres ventanas

Rudyard Kipling. La historia más bella del mundo

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  “Cuando desciende sobre el Atlántico el gigantesco Huracán del Equinnoccio”. No tengo claro -aunque tiendo a su afirmación- si los Cuentos de la Selva de Disney edulcoraron el imperialismo, si bien en esa narrativa entre la fábula y el relato también recuerdo leer cierta resistencia. No tanto así puede maquillarse el paternalismo y defensa imperial en el poema “The White Man´s Burden”, que es un texto fundamental sobre el tema. La historia más bella del mundo, de Rudyard Kipling no escapa de estas líneas. Con todo, las breves reflexiones sobre qué hace a un escritor no dejan de ser interesantes. La búsqueda de una historia que escribir y la búsqueda incómoda sobre ómo contarla. Los versos blancos de Charlie: ¿no nos dejaréis nunca en libertad? en el regazo humorístico de la metempsicosis y los oscuros entresijos de la memoria.

Juan Mayorga. El chico de la última fila

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M ayorga, el inquietante. Como el propio autor plantea respecto de este drama, “es una obra sobre maestros y discípulos; sobre padres e hijos; sobre personas que ya han visto demasiado y personas que están aprendiendo a mirar. Una obra sobre el placer de asomarse a las vidas ajenas y sobre los riesgos de confundir vida y literatura. Una obra sobre los que eligen la última fila: aquella desde la que se ve todas las demás”. Hace algún tiempo vi Intensamente azules y El mago, y evidentemente resulta fascinante, en aquellas como en esta, su destreza en la búsqueda de perspectivas. Carlos Thiebaut, en el epílogo de El chico de la última fila, “Los cinco intentos de interpretación…”, sugiere como claves de análisis para sus interpretaciones: a. El enseñar y el poder; b. El juego de la vida y la tragedia; c. Representar la performatividad; d. El poder central de los márgenes; y f. La tercera figura y su escucha.

Revoluciones / revoluciones

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  Había sido un auténtico revolucionario. No del tipo de los activistas de la cooperativa de éticos que habían sido capaces de  desnudarse en los congresos mientras mordían las leyes que los trajeados violaban tras jurar sobre las biblias; no del tipo de exigir comisiones de investigación contra la corrupción o de manifestarse públicamente en las calles. No hubiera podido formar parte del grupo pero tampoco comulgaba con el principio que dice la ley es la ley y nada hay por encima de la ley.  Era un antiguo, no tanto porque no se supiera adaptar a los avances de la técnica sino porque   era incapaz de renunciar a la idea de leer libros largos y enteros, a pesar de saber que algunos, en otras épocas, habían matado en nombre de las ideas. Sin llegar a posiciones extremistas, sí que pensaba que por encima de la ley estaba la legitimidad. Acaso lo aceptaban los de la cooperativa de la moneda, que lo usaban como modelo de figura pudiente y sensible, es decir, para perfumar el olor a podrido