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Mostrando entradas de junio, 2024

Amélie Nothomb. Ácido sulfúrico

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Empiezo el libro y una primera página me conecta en segundo con la autora. Pannonique saliendo del Jardín Botánico entra en mi Rosa Panónica e incluso suenan los acordes. Ácido sulfúrico es una crítica a la espectacularización de la vida.  “Concentración” es todo campo    histórico pero también en sentido figurado,  todo infierno no elegido. Infierno consentido porque ningún agente social asume su parte de responsabilidad ante la falta de límites ante el esperpento mediático en la búsqueda de la l audiencia absoluta, es decir, del cien por cien.    Así,    en nombre de la democracia se    democratiza la abyección y se sirve en bandeja la asociación entre el heroísmo y la locura. Ácida como el título, la ficción coloca la cuestión fundamental  de quién hace al héroe que el infierno necesita, si  Pannonique  o la kapo Zdena.

Sarah Kofman. Ordener, Labat

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  Calle Ordener, calle Labat es la autobiografía de Sarah Kofman. Deja un extraño regusto a contraidealización. Pese a contar una vida de niña judía en plena guerra, su destino no es el aeródromo de Vel d'Hiv ni campos similares, pero sí una etapa de miseria y nomadismo conmovedores. París le depara dos madres a las que nunca vuelve. A la biológica, por las correas y su uso salvaje de la ternura imposible, a  Memè, quizá por la necesidad de dejar de vivir en el pasado. Cada calle representa a una de ellas, Ordener, la casa familiar judía, Labat, la casa amable que la hospeda, la casa en la que la madre judía siente el duelo en vida.  Estas rutas del azar la llevarán pronto a la Filosofía. 

Amélie Nothomb. Primera sangre

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“El hastío ya no es mi amor”, decía Arthur Rimbaud en Una temporada en el infierno.  Acabo de cerrar esta novela magnífica. Si el destino nos diera a probar la vida entre algodones y también una vida esquivando hambre y balas. Si fuéramos capaces de narrarnos ya adultos como niños. Si    tuviéramos el don de hacer un agujero sobre el tiempo y mirar en todas sus direcciones sabiendo que son tan fugaces como el momento en que se espía. Si ese ojo no fuera mejor receptor que la conciencia de quien es mirado, es decir, de ese nosotros auscultado por la lupa de la introspección.    Si pudiéramos hallar en el infierno un cielo contra todo pronóstico, sobrevivir al síncope    hematofóbico en pleno corazón de las tinieblas porque    se disfruta parlamentando… pues de esto va Primera sangre.  Aquí el entrañable narrador de seis años que nos enseña a narrarnos, capaz de valorar su carrera de vida, nuestra infelicidad no puede ser más pues, que una narración defectuosa: “Así que iba a tener que m

Yasmina Reza. Adam Haberberg

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Deliciosa y mordaz “peripecia” literaria. Retrato de la construcción de la vanidad del escritor y del menosprecio de los nombres ya definitivos, del desprecio ajeno urgido para la validación del buen hacer propio. Comedia satírica de ritmo magistral, pone en la incipiente ceguera del protagonista la metáfora del engreimiento. Haberberg piensa en el poema de Borges “el tenue ayer de la fotografía” para revelar los signos de la amargura del viaje hacia la raíz de las amistades que nunca fueron. Así pretende escapar de los veredictos sociales que se manifiestan sin posibilidad de réplica. Tras el reencuentro con una antigua compañera de colegio, él “le concede” la  posibilidad de una conversación a su juicio, momento culminante de un día marcado  por la fatalidad. “Pensé que la fatalidad es más ligera que la obligación de ser felices”, dirá Adam. No deja de sentir desprecio por Marie-Thérèse pero tampoco es capaz de esquivarla. Incluso hay confesión cuando ella le pregunta: “Y eres conoci

Virtual

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  Cuando todo se desvirtúa comienza la virtualidad. El suelo real es demasiado firme para dejar caer el peso del séquito de las miserias. La ira, si no es ciega, no es ira , piensa como si al hacerlo pudiera contenerla, y en efecto, al dejarla ser, la desvanece para dejar paso al desgarro. Has resistido , piensa; esperabas otro desenlace , confiesa. A qué suerte de lealtad o resistencia absurdas has condenado el tesoro del tiempo , se interroga. Quiere cerrar la etapa pero la vida deviene demasiado en serio. Cuando atraviesa las pantallas puede, como un demiurgo caprichoso, dar vida o muerte a los presentes, abrir y cerrar ventanas a su antojo allí donde no hay   construcción de compromisos ni dolor. Revive lentamente donde su pulso amedrentado se apacigua. El hambre lo rescata y cambia de tablero. La realidad no ha cambiado, solo que ahora debe encender la lámpara porque es de noche. Una lágrima salvaje recorre la sien rumbo a la oreja. El hilo de sal desparrama su sensación de dest

Agujeros

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El deseo es fluctuante, la responsabilidad lo reinventa cada día para darle apariencia de quietud.                                                             Foto de la autora 

Alia Trabucco. Limpia

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  En las situaciones complicadas, como mecanismo de defensa o como resultado de la indefensión -o ambos-, nos desdoblamos, es decir, podemos percibirnos como otros, nos enajenamos para desplazar lo que quiera que necesitemos postergar. Porque en realidad solo somos uno, con mil posibilidades de ser, pero uno, al cabo. Acabo de terminar esta novela crudísima. Y hay algo en ella de esto que decía. A veces solo necesitamos una idea. Y el juego sobre esa idea, su exploración, su ejecución definen la realidad. La muerte iguala pero las formas de morir no. Comienza con la disertación sobre la muerte y luego pasa a una narración cercana en busca del diálogo con los lectores o creando un espacio para una narración compartida: nos invita a elegir entre un abanico de sinónimos o a añadirlos en sus descripciones abiertas -llámenlo como quieran-; abundan los vocativos retóricos. Narradora dubitativa. Pero más que su estilo raudo y sencillo, destaco la denuncia. A la dureza de la esclavitud domést

Rosas, música y Rilke / Roses, music and Rilke

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Foto de la autora / Photo by the author.     Rosa, oh contradicción pura, placer, ser el sueño de nadie bajo tantos párpados. Dicen que en Las elegías del Duino, Rainer María Rilke dejó escrito: "lo bello no es sino el comienzo de lo terrible". Había llegado durante el mes de abril. No había nadie.  Buscó quien pudiera indicarle el camino. La recepción estaba vacía. Solo un gato negro y ajado por la noche acudió a recibirlo. No alcanzó sus pies; se quedó mirándolo inmóvil y desconfiado.  Después de pensarlo unos minutos se decidió a buscar por sí mismo. Finalmente dio, tras revisar varias estancias, con una anciana desvalida. Estaba echando leños al fuego. -Aún no se ha ido el frío. -También yo lo percibo, pensó Rainer, pero se limitó simplemente a presentarse.  —Sí. Su habitación es la número 4. Al fondo.  Leyó en los ojos de la anciana que no dispondría de su llave si no la llevaba en su silla de ruedas hasta la entrada.  Ella se dejó arrastrar como si fuera decreto de los