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Yasmina Reza. Adam Haberberg

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Deliciosa y mordaz “peripecia” literaria. Retrato de la construcción de la vanidad del escritor y del menosprecio de los nombres ya definitivos, del desprecio ajeno urgido para la validación del buen hacer propio. Comedia satírica de ritmo magistral, pone en la incipiente ceguera del protagonista la metáfora del engreimiento. Haberberg piensa en el poema de Borges “el tenue ayer de la fotografía” para revelar los signos de la amargura del viaje hacia la raíz de las amistades que nunca fueron. Así pretende escapar de los veredictos sociales que se manifiestan sin posibilidad de réplica. Tras el reencuentro con una antigua compañera de colegio, él “le concede” la  posibilidad de una conversación a su juicio, momento culminante de un día marcado  por la fatalidad. “Pensé que la fatalidad es más ligera que la obligación de ser felices”, dirá Adam. No deja de sentir desprecio por Marie-Thérèse pero tampoco es capaz de esquivarla. Incluso hay confesión cuando ella le pregunta: “Y eres conoci

Rosa Panonica

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 Decían que las estrellas siempre se formaban adentro de una nebulosa y que su energía era luz. Como la notación musical que avanza de C a B, las estrellas van del azul al infrarrojo, de O a M. Decían que su espectro era similar al ese otro único espectro natural que es el arco iris. Pero ni en la galaxia estelar ni en el arco iris se hace visible el rosa, porque el violeta y el magenta nunca se encuentran. Sin espectro pues, el rosa se quedó para colorear el desamor: un color anacrónico que irrumpió cuando era tiempo de rojo y blanco y de canciones de paz. El rosa no desapareció cuando llegó la primavera y perduraría incluso hasta la estación del azul, año tras año. Rosa neón, mentiroso como luz de espectáculo, espejismo en las noches disfrazadas de autenticidad. -¿Recuerdas el tema? -Sí la melodía, pero no el nombre. -Pannonica. Un rosa Broadway y quemado que huele a las nueces que come lentamente la baronesa mientras espera a Thelonius en las brillantes esquinas. Un rosa sonoro y es