Alia Trabucco. Limpia


 

En las situaciones complicadas, como mecanismo de defensa o como resultado de la indefensión -o ambos-, nos desdoblamos, es decir, podemos percibirnos como otros, nos enajenamos para desplazar lo que quiera que necesitemos postergar. Porque en realidad solo somos uno, con mil posibilidades de ser, pero uno, al cabo. Acabo de terminar esta novela crudísima. Y hay algo en ella de esto que decía. A veces solo necesitamos una idea. Y el juego sobre esa idea, su exploración, su ejecución definen la realidad. La muerte iguala pero las formas de morir no. Comienza con la disertación sobre la muerte y luego pasa a una narración cercana en busca del diálogo con los lectores o creando un espacio para una narración compartida: nos invita a elegir entre un abanico de sinónimos o a añadirlos en sus descripciones abiertas -llámenlo como quieran-; abundan los vocativos retóricos. Narradora dubitativa. Pero más que su estilo raudo y sencillo, destaco la denuncia. A la dureza de la esclavitud doméstica y la silenciosa reacción al abuso, que se va sonorizando con acciones de rencor reprimido: “vean ustedes qué palabra nace al mezclar sorpresa y desprecio”. Y esa permanencia cómoda en la rutina, como “intento por domesticar el tiempo”… “el largo y ancho de una vida”.

En lugar de recrear los vulgarismos esperables de una posición social, la protagonista se dignifica a sí misma en su narración, reclamando su derecho a contar como quiere, en este caso, con palabras llamémoslas de arriba, aunque sea un error. La lucidez pedagógica de Estela sugiere como centro temático las consecuencias que para una criatura puede tener asumir el protagonismo vital de proyectos de vida ajenos, precozmente programados, forzados, mal servidos y obstinados por parte de unos padres cegados por la ambición y la frustración. También el ecologismo de fondo, en el cuidado de las moras, por ejemplo, edulcora un poco las difíciles e inamovibles vidas de los personajes. Al final “todo está en saber quién limpiará a quién” (La caída, Camus -cita introductoria-). En realidad, sabemos el final desde el principio. Y hasta aquí cuento.

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