Amélie Nothomb. Barba Azul

 




Aquí otra Amélie, evocadora y magistral. El arte de novelar esta fabula se fundamenta en una re escritura en clave de humor de código político implícito, en los detalles narrativos que recrean todo lo que no se cuenta en el original y en la fabulosa inventiva de Nothomb. Barba Azul es un clásico de Perrault que, como se sabe, habla de un hombre de barba azul que no encuentra esposa (una suerte de monstruo) y que solicita de sus vecinos que dé en matrimonio a una de sus hijas. Una vez ha triunfado su ostentoso cortejo y ya casado, parte de viaje y confía  a su mujer las llaves del hogar bajo la promesa fundamental de no entrar en “el gabinete”, pero ella es incapaz de contener su curiosidad y una llave ensangrentada delata los secretos de Barba Azul. La primera moraleja de Perrault encierra un discurso que insta a la mujer a la ignorancia si quiere continuar su relación en armonía. Es decir, es preferible para la mujer aceptar al monstruo para su propio bienestar que hacerle frente.  


De lo dicho se deduce,/si el cuento sabes leer, /que al curioso los disgustos/ suelen venirle a granel./La curiosidad empieza,/nos domina, y una vez/satisfecha, ya no queda/de ella siquiera el placer,/pero quedan sus peligros/ que has de evitar por tu bien.


En la segunda moraleja, insta a  la mujer a la dulzura para todo dominio, con el fin último de que el hogar funcione en paz, aunque se conviva con un criminal: 


A tiempos ya muy lejanos/ se refiere aqueste cuento./Mas ahora, aunque el marido/ devorado esté por celos/y tenga la barba azul,/o bien negro tenga el pelo, le domina la mujer/con la dulzura y talento./Para que haya paz en casa, ya sabéis cuál es el medio.(Biblioteca Virtual Cervantes). 


Bela Bartok no se limitará a una única cámara oscura e incluirá siete llaves en la ópera que lleva el mismo título que el ensayo de Steiner, donde se rescata el misterio con el espacio mágico del castillo. En el castillo de Barba Azul, Steiner nos invita a reflexionar sobre los peligros del “imaginado jardín de la cultura liberal” y recuerda la curiosa sugestión de Elias Canetti sobre  que “la facilidad con que se llevó a cabo el holocausto tuvo que ver con el colapso monetario de la década de 1920”. En realidad subraya Steiner que la decadencia de la cultura es la fiebre del oro. Y este dato es la base del relato de Amélie Nothomb: oro es la falta, oro la fiebre que mantiene a Saturnine junto al Don Elemirio Azul, un personaje extravagante, tan de cuento, tan a la vez histórico, tan al mismo tiempo trasnochado y de doliente vigencia: ínfulas aristócratas con las que subrayar la alta cultura. Nothomb añade no una llave, sino un color. Saturnine, el oro, el ocho, la vida. La antagonista, la heroína. Si en el cuento de Perrault, ella se salva socorrida por la figura masculina de los hermanos varones, la inteligente Saturnine, toma su propia espada -sucumbe al lujo para cuestionarlo- y con un heroísmo involuntario y no deseado, inspirado en su templanza y osadía naturales, sella la octava cápsula vestida de seda y se libera a sí misma, y con ello,  a las potenciales víctimas de Barba Azul.  Así, la primera moraleja de Nothomb es: no temas indagar en la verdad si tienes dudas respecto a alguien, pero no has de transgredir las normas para ello. De este modo, ella es capaz de respetar  la sacralidad del imperativo de Barba Azul de no entrar en la cámara oscura donde esconde el tesoro por sí misma, pero dando un giro narrativo cuando parece que está cerca de  caer en la trampa. Y segunda, el propósito de su estancia de lujo en el centro de París no requiere precisamente de dulzura. En el relato de Nothomb, dulce es él y en su dulzura se encierra el terror mismo. De modo que la salvación de la protagonista de las garras del fanatismo de Barba Azul está precisamente en  ser ella misma.

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