Virtual

 

Cuando todo se desvirtúa comienza la virtualidad. El suelo real es demasiado firme para dejar caer el peso del séquito de las miserias. La ira, si no es ciega, no es ira, piensa como si al hacerlo pudiera contenerla, y en efecto, al dejarla ser, la desvanece para dejar paso al desgarro. Has resistido, piensa; esperabas otro desenlace, confiesa. A qué suerte de lealtad o resistencia absurdas has condenado el tesoro del tiempo, se interroga.

Quiere cerrar la etapa pero la vida deviene demasiado en serio. Cuando atraviesa las pantallas puede, como un demiurgo caprichoso, dar vida o muerte a los presentes, abrir y cerrar ventanas a su antojo allí donde no hay  construcción de compromisos ni dolor. Revive lentamente donde su pulso amedrentado se apacigua. El hambre lo rescata y cambia de tablero. La realidad no ha cambiado, solo que ahora debe encender la lámpara porque es de noche. Una lágrima salvaje recorre la sien rumbo a la oreja. El hilo de sal desparrama su sensación de destierro, remordimientos y temor. Estás tragando, traga, escupe la humedad en la almohada mientras busca conjugar el miedo con la entereza, la rumiación de la necesidad de haber callado, de ahogar lo que no debía ser dicho, la conciencia que quiere volver a la casilla de salida en un juego nuevo.  Han vuelto, ahora le piden más y más y ansiosamente trata de dirimir los límites entre la prudencia y el temor. Descubre que queda algo de fuerza al descubrirse en un intento preventivo que lo impele a buscar la salida: cambiar de espacio, de humanidad, de sistema, de compañía. El agotamiento nubla su  pensamiento. Busca el  cordón entre la mente, el estómago y el corazón para saber dónde habita el rencor. Está por todas partes, en cada pensamiento, en la piel, en los órganos, por no poder escapar, por no procurarle más salida que la muerte. Ha quedado seco y preñado de nada. En sus ensueños la vida no es perfecta pero tampoco tan jodidamente doliente. Apunta el día, empieza a sentir la somnolencia súbita de cada noche. Busca entre el cajón la sonrisa del día. No eres más que vanidad, reconoce. Jódete, autor por tu ceguera incauta.

                                                                Foto de la autora

Comentarios

Entradas populares de este blog

El vagón de las medias verdades

Mezzo

Apuntes de teatro. Pirandello – Del Arco