Veinte minutos después la foto era otra. Distintas caras, otros observadores. La algarabía por la experiencia exótica del viaje permaneció, por azar o por antojo del destino, congelada durante unos segundos. Los turistas devinieron entonces pálidos como velas. Los demás sonrieron una vez hubo pasado el trance, aunque los ojos les brillaban con una tristeza definitivamente indomable. El tren sigue y para y vuelve a seguir y no hace pi-pi, como los trenes de cuentos y películas de época, sino que es silencioso como si hubiera sido diseñado para una ficción de zombis. Unos suben para leer la prensa o para disfrutar del paisaje, mientras que otros borran, con exquisita decisión, las fotos que ya no deben continuar de ningún modo en sus teléfonos o releen con nostalgia los mensajes antiguos que no se dejan eliminar. Hacia el fondo de algún pasillo, algunos conceden este tiempo a llamar a sus amistades abandonadas y otros a confesarse ante extraños por resultarles menos arriesgado que con s
¿Wolverines? ¿Lobeznos? Más bien éramos lechuzas en la madrugada. Bernard Wolfe. Mezz Mezzrow . Hay tres montones, cuatro, si contamos el de los calcetines. Uno con camisas de manga corta, ordenadas por colores, otro, con camisetas con escote en la espalda, en forma de equis y un tercero con las de manga larga. Mezzo corre histérico de un lado a otro del pasillo, como si estuviera poseído. Se ha lastimado contra la puerta en varias ocasiones haciendo vibrar el cajetín de llaves de la entrada. Sigue corriendo a pesar de que Julia ya le ha retirado el juguete que le prepara, haciendo una bola con un par de calcetines, cada vez que dobla la ropa. Eso le preocupa.
“El amor es el ave más rara y no se deja amaestrar”. Nené (personaje de Esta noche se improvisa ). Gógol decía que "los sonidos del alma y del corazón, expresados por medio de la palabra, son mucho más variados que los sonidos musicales". Lo inefable como intención podría ser eso que llamamos literatura y que, a través de la acción, transmuta su género y alcanza el teatro. Las palabras calladas no dejan de ser palabras. La educación emocional ha marcado apenas la diferencia entre lo pensado y lo que decidimos no decir. La supresión de la emoción será acaso dar un salto a otra especie que tal vez no sea ya la humana. La literatura, en su tentación de probar escenarios de todos los tiempos y espacialidades, podrá jugar a descartar las emociones, pero todavía, en las distopías ciborgnéticas, habrá ecos de humanidad como parte de los discursos de redención. A veces se abre la ten
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